Antonio Batanero Nieto nació en Guadalajara el 30 de Abril de 1979, en el día de Los Mayos, que en la tradición celta coincide con el día del Festival de Beltane o del buen fuego.
Desde muy niño demostró ciertas aptitudes para la pintura, imitando la afición de su madre, a la que le quitaba los óleos para esparcirlos por cualquier superficie. Eso llevó a que ésta le apuntara a clases de pintura en 1991, para poder canalizar aquella motivación.
Así, con 12 años entró a formar parte de la escuela que D. José María Ortiz González estableció en Trillo (Guadalajara), localidad de origen del autor.
José María era una persona sencilla y sincera, que no había tenido una vida fácil; como la de muchos madrileños en la postguerra española. Pero en cambio era una persona alegre y constructiva, que dejó un grato recuerdo. Éste impartía clases fundamentadas en un dibujo y pintura clásica, y comenzó por enseñar a dibujar, tratar superficies y resolver la luz en los bodegones.
Posteriormente enseñó el paisaje desde un punto de vista un tanto impresionista y prosiguió enseñando a dibujar figura a partir de reproducciones de esculturas clásicas. Siempre estudiando a partir de modelos del natural y con las técnicas y materiales usados tradicionalmente en la historia del arte, predominando la utilización del óleo.
En 1999 D. José María Ortiz muró repentinamente. Esto interrumpió temporalmente la formación artística de Antonio, que continuó los estudios académicos de bachillerato por la rama de ciencias.
Un personaje muy inquieto que se caracteriza por dos cosas una gran curiosidad y una creatividad compulsiva.
En el año 2007, un linfoma de Hodking le tuvo temporalmente limitado, pero no impedido; para seguir trabajando.
Periodo de reflexión optimista en el que se cambió radicalmente el punto de vista de ver muchas cosas.
En 2011 se encontró una piedra preciosa que procedía de una playa malagueña, y desde entonces retomó con fuerza su carácter creativo.